HISTORIOGRAFÍA NOVOHISPANA DE TRADICIÓN INDÍGENA, NUEVO NOMBRE DE LA LITERATURA COLONIAL
• Interpretaciones sobre el registro de la historia de esas comunidades, en una nueva jornada del Seminario México Tenochtitlan. Siete siglos de historia, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI)
En una nueva sesión del Seminario “México Tenochtitlan. Siete Siglos de Historia”, los expertos Clementina Battcock, del INAH; Patricia Escandón, de la UNAM; y Jesús Mendiola, de la Ibero, coincidieron en que la historiografía novohispana de tradición indígena recibe ese nombre, a partir de la forma de concebir y registrar a la historia entre los pueblos indígenas de la región que durante tres siglos se conoció como la Nueva España.
En su participación, del encuentro moderado por la subsecretaria de la SECTEI, Ofelia Angulo, la historiadora Clementina Battcock (INAH) estableció que la riqueza del texto historiográfico reside tanto en lo que se dice como en aquello que se omite con respecto del pasado; la lectura del texto añade referentes del momento en el que se realiza.
En su conferencia titulada “Las crónicas de tradición indígena: intención y extensión del registro”, Battcock hizo énfasis en que, en el siglo XVI, en el mundo hispánico, el sentido de la historia era providencial y agustiniana.
Esta filosofía proponía que a partir de la redención del hombre pecador el sentido de la historia era la salvación, lo que implicaba que el devenir de la humanidad consistía en la aceptación o el rechazo, la lucha secular entre el bien y el mal.
Por otro lado, y de acuerdo con la corriente filosófica del clasicismo grecolatino europeo, la historia tenía un sentido eminentemente político y se dirigía a la praxis, es decir, su función era preservar la memoria para la supervivencia, del orden de la república y debía enseñar la virtud.
Especializada en estudios sobre las crónicas novohispanas de tradición indígena novohispana y andina, dijo que las obras, productos de la invención y la fantasía, eran consideradas inútiles y nocivas. En el otro extremo estaban las narrativas que se formaban en la fe, en la medida en que Dios y su voluntad eran causa de los sucesos.
Así que era natural que los relatos narraran sucesos religiosos, lo que hoy se llaman mitos o leyendas, manifestaciones de lo divino en la existencia humana, y muchos de ellos se relacionaban con los indígenas y su desarrollo, recogían la vida y hazañas de sus gobernantes, reyes, jefes militares o líderes.
En los últimos años del siglo XVI y los primeros del siglo XVII, algunos de los descendientes nobles indígenas de la Nueva España fueron educados en las tradiciones prehispánicas que aún sobrevivían, de relatos orales y fuentes históricas materiales, como los códices, pero también se educaron en la cultura europea, en las bibliotecas del mundo occidental cristiano.
A estos cronistas se los que se les conoce como los escritores de tradición indígena; con ellos aparece el principio y la práctica de la autoría en el sentido europeo, de consignar sus nombres en las portadas, pero también se sujetaron a los lineamientos de las obras de contenido histórico y las ordenaron en capítulos, entre otras características.
Battcock aseveró que las crónicas de tradición indígena poseen un tono de nostalgia, lamento, particularmente perceptible en el tratamiento de lo perdido: memorias, saberes, culturas, grandes personajes, espacios, como por ejemplo de antiguos palacios, puentes, mercados o ciudades enteras, todo vinculado a la historia del antiguo estamento nobiliario.
Ejemplos de estos cronistas fueron Hernando Alvarado Tezozómoc, Domingo Francisco Chimalpain y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, cuyas obras, de enorme riqueza, y vidas resultan de importancia, al ser unos de los creadores de la historia antigua de México.
En su ponencia titulada “Las tempranas crónicas de la conquista y la evangelización”, la doctora Patricia Escandón Bolaños, investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, externó que lo que todavía se consideran las fuentes primigenias españolas de la historia de la conquista de Anáhuac, no es más que un puñado de testimonios. De hecho, recalcó, tres de media docena de dichas fuentes, ni siquiera son historias formales.
“En otras palabras, ese género textual que alude a narraciones pretendidamente veraces, escritas intencionalmente para registrar, explicar y preservar memoria o recuerdos de hechos pretéritos son textos de otra índole”.
Escandón Bolaños explicó que el primer relato de desarrollo de la campaña de la Conquista es correspondencia, las Cartas de Relación que el propio Hernán Cortés envió al emperador Carlos V, entre 1520 y 1526, para mantenerlo al tanto de los acontecimientos.
“En parámetros contemporáneos esto podría etiquetarse como crónica periodística, y encima de todo, sesgada, pues el propósito nuclear de su autor era destacar su propio papel protagónico en el sometimiento de nuevos súbditos, y conquista de tierras para el soberano”.
Doctora en Historia por la UNAM, Escandón Bolaños precisó que los otros dos relatos, escritos por conquistadores y compañeros de Cortés, tampoco son historias en sentido estricto. Citó las narraciones de Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez de Tapia, y Fray Francisco de Aguilar.
A poco más de treinta años de los sucesos bélicos de lo que llamamos Conquista, dijo, empezaron a escribirse historias que recogieron lo acontecido, desde el instante del desembarco de Cortés en Veracruz hacia 1519, hasta el derrumbamiento final del poderío mexica en 1521.
“La primera fue la del sacerdote Francisco López de Gómara, quien, en 1552, y sin haber pisado jamás América, publicó su relato en torno a Las Indias y a la conquista de México. La segunda fue una airada réplica a la obra de Gómara: La historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, escrita alrededor de 1568, y cuyo objetivo era desmentir o refutar muchas de las afirmaciones de Gómara, pues las creía falsas o inexactas, y que sólo favorecían a Cortés”.
La también profesora en el Colegio de Historia, apuntó que, en los años y siglos posteriores, y con base en ese conjunto de escritos, se elaborarían todas las historias relativas a la Conquista de México Tenochtitlan.
Escandón Bolaños sostuvo que en las historias, relaciones y documentos pictográficos que comprenden desde los primeros años del siglo XVI, a los primeros del XVII, valdría la pena valorar la poderosa gravitación de la corona de Castilla, que contaba con la fortaleza de su cultura política y jurídica de raigambre medieval, y subrayaba la relación señorial de vasallaje.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Escandón sostuvo que las relaciones primeras de la Conquista no son una recopilación de hechos puntuales y plenamente comprobables, sino memorias construidas de manera muy activa y conscientes por la incipiente colectividad novohispana, europea y no europea, a fin de emplearla en sus luchas y competencias sociales, propias de la constitución de un nuevo orden, el virreinal.
Con líneas de investigación en Historiografía Novohispana e Historia del Imperio Español, Patricia Escandón señaló que, en materia de relatos e historias sobre el proceso de dominación de los grupos indígenas, no sólo hay hechos de armas y de lances de guerreros y conquistadores nativos; sino también de las modalidades que se emplearon para introducirlos a la cristiandad y al orden de vida político de Occidente.
Al respecto, citó que Fray Toribio de Benavente, mejor conocido como Motolinía, censuró con dureza las idolatrías, ritos y ceremonias de los nativos; Fray Andrés de Olmos ofreció información de primera mano en torno a la historia de la era prehispánica y de las creencias religiosas.
Fray Bernardino de Sahagún, prosiguió, es el más célebre de este grupo. Fue profesor en el colegio para indígenas llamado La Santa Cruz de Tlatelolco, y compiló informes de sus estudiantes, registrando conversaciones y noticias de otros puntos de la Cuenca de México. El cuarto cronista de hábito es Fray Diego Durán, dominico, quien registró la historia de los mexicas, desde su origen hasta la caída de Tenochtitlan.
El balance de las obras de estos autores religiosos, arroja en su favor el rescate de la teogonía y teología náhuatl, de sus prácticas, rituales, de sus formas de vida y relación, y de su lengua, instó.
En su intervención, el doctor Jesús Mendiola Mejía, expuso que, como historiador, su acercamiento pretende “historizar” radicalmente el proceso de producción de las obras literarias nacidas en la Colonia.
Doctor en Historia por la Universidad Iberoamericana (Ibero), Mendiola Mejía externó que la primera propuesta de lectura de las obras y textos de la Colonia es la apropiación. “Un libro sólo adquiere sentido, mediante la apropiación que hacen de él los lectores a los cuales estaba destinado”.
Profesor de tempo completo desde 1990 en la Ibero, Mendiola Mejía aseguró que la tercera propuesta es, quizá, la más radical. “Los acontecimientos singulares y contingentes, únicamente adquieren sentido al interior de la narración en la que se encuentran. Lo que tenemos es sólo una construcción literaria, realizada a partir de concepciones de una historia apocalíptica”.
El ganador en 2010 del Premio al Mejor Ensayo de Historiografía en México, consideró que las obras del siglo XVI al XVIII tienen objetivos particulares más allá de la expresión poética literaria.
Luis Javier Cuesta Hernández, especialista en historia del arte, actual director tanto de la División de Humanidades y Comunicación, como del Departamento de Arte de la Ibero, resaltó que las crónicas en sí mismas son un patrimonio inmaterial gigante que nos define en forma identitaria como lo que somos.
La doctora Ofelia Angulo Guerrero, subsecretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación de la SECTEI, agradeció la presencia de los ponentes, y precisó que el gobierno de la Ciudad de México, a través de la SECTEI, organiza y coordina los distintos foros presentados en el seminario, cuya finalidad es destacar la relevancia de nuestra historia riqueza cultural, y tradiciones de México en el marco de las conmemoraciones 2021.