MUSEO ITINERANTE PARA DIVULGACIÓN Y PROTECCIÓN DE LAS ESPECIES VEGETALES EN LA CDMX

Publicado el 12 Septiembre 2021
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• Se trata de un proyecto apoyado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) que coadyuvará a evitar la eventual extinción de las crasuláceas

Llevar el conocimiento de plantas nativas de la Ciudad de México y del país a través de actividades de divulgación es el objetivo del museo itinerante creado para resaltar la importancia botánica, biológica, ecológica, la problemática ambiental y los usos potenciales de las crasuláceas —una familia de las suculentas—, que eviten el saqueo y su eventual extinción. La plataforma móvil podrá llegar a un gran número de sitios para llevar información, talleres, cursos e incluso plantas de propagación producidas en viveros certificados para su comercialización con la finalidad de que el visitante coadyuve a su preservación en vida silvestre. El museo itinerante ha sido posible con recursos que obtuvo el proyecto “Crasuláceas mexicanas: plantas ahorradoras de agua para las áreas verdes de la ciudad” apoyado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México; los fondos permitieron la adaptación del vehículo como museo y la organización de actividades interactivas.

El responsable del proyecto, el biólogo Jerónimo Reyes Santiago, adscrito al Jardín Botánico del Instituto de Biología de la UNAM, donde se resguarda la Colección Nacional de la familia Crassulaceae —una serie de plantas vivas que solo se muestra al público en fechas especiales—, expuso que si no puede visitar la colección en su sede, él y su equipo de colaboradores se moverán y acercarán a las personas una selección, que se conforma por los géneros Cremnophila, Dudleya Echeveria, Graptopetalum, Lenophyllum, Pachyphytum, Sedum, Thompsonella y Villadia. “La idea es que las plantas se conozcan por este medio. Es un proyecto en el que he trabajado desde hace muchos años”, explicó Reyes Santiago, quien ha colaborado con productores para compartirles conocimiento y crear una red de producción de crasuláceas para que las de propagación circulen en la ciudad.

Apenas haya condiciones y la pandemia por SARS-CoV-2 lo permita, el espacio itinerante cumplirá con una lista de paradas, hora en espera solicitadas por universidades, asociaciones y otros sitios públicos de la ciudad, donde hay grandes consumidores de esta planta. En sus rutas también han sido considerados desde hace tiempo lugares de las periferias, como Santo Tomás Ajusco, en Tlalpan; Cuajimalpa, Milpa Alta y otras alcaldías y pueblos originarios donde las dinámicas para divulgar el conocimiento se modifican un poco, pues se ofrece una obra de teatro para niños, un grupo de edad que puede contribuir a la conservación de especies vegetales en sitios en los que la extracción continúa con efectos negativos en los ecosistemas.

Como visitantes, las personas recibirán fichas de información sobre cada género; también podrán tomar talleres de reproducción o, si lo desean, comprar las plantas cultivadas en el Jardín Botánico y otros viveros. La idea es que se entienda el valor que tiene la flora mexicana en general, y la de la Ciudad de México en particular, y evitar la invasión de especies exóticas (que no son originarias del país). “Queremos profundizar en el conocimiento de la planta propagada, nunca arrancada del hábitat. Siempre insistiremos en eso”. Para ayudar al respecto, el biólogo Reyes recomendó que, para reconocer una planta cultivada, en este caso las crasuláceas, las raíces tienen que ser homogéneas, del mismo tamaño, con un tallo recto que indica que no buscó las oquedades en su crecimiento, a diferencia de la planta extraída o saqueada, cuyas raíces están troceadas e irregulares, y con un tallo chueco o torcido como lo tienen la mayoría de las plantas de campo. La familia Crassulaceae es uno de los grupos de plantas más cosmopolitas con especies en todos los continentes. Uno de sus principales rasgos es que son plantas crasas, es decir, carnosas o suculentas debido a que almacenan agua en los tejidos de sus hojas. Generalmente son de porte pequeño a mediano (de 5cm hasta 1.5 m). Crecen con poca disponibilidad de agua y sustrato.

Sedum es uno de los géneros con especies en varias partes del mundo, en contraste con el género Echeveria, exclusivo del continente americano con unas 170 especies, de las cuales, más de 140 crecen en México, cifra que corresponde al 85 por ciento del total de la diversidad mundial, lo que convierte a nuestro país en el centro de mayor riqueza de especies de este género. Las echeverias, los sedums y otras crasuláceas almacenan agua en hojas, tallos y raíces. Se distribuye en una amplia variedad de ambientes, como sitios secos con afloramientos rocosos: riscos, laderas escarpadas, cañadas, cañones y pedregales. Los tipos de vegetación donde crecen de manera silvestre son bosques de Pinus-Quercus y de Quercus, hábitats secos o semisecos llamado matorral xerófilo; bosque tropical caducifolio y vegetación subalpina. Las especies presentan atributos ecofisiológicos como el Metabolismo Ácido de las Crasuláceas (CAM, por sus siglas en inglés). Se trata de una adaptación morfo fisiológica en la que sus estomas se mantienen cerrados durante el día para evitar pérdida de agua, y los abre durante la noche liberando oxígeno.

Esta condición favorece el uso en interiores, pues contribuye a modificar el ambiente en lugares cerrados como dormitorios u oficinas. Otra adaptación de las plantas es la presencia de vellosidades o polvo llamado pruina, que ayuda a capturar partículas suspendidas en el aire. De acuerdo con el biólogo Reyes Santiago, recientemente se ha estudiado que retienen en sus tejidos metales pesados e hidrocarburos aromáticos policíclicos, presentes en la atmósfera y precipitados por el agua de lluvia en zonas urbanas.

Otros servicios ambientales que ofrece son: la generación de suelo, pues no requieren de mucho sustrato para crecer, proporcionan flores que atraen a polinizadores como colibríes, mariposas y abejas; y su gran capacidad ornamental. Esta condición para retener agua hace que puedan sobrevivir alrededor de dos meses sin estar sembradas, lo que facilita su saqueo, a diferencia de otras que necesitan de tierra.

Sin espinas facilitan su extracción. En tiempos prehispánicos eran muy usadas por condiciones curativas. Por ejemplo, el líquido que guarda se utiliza para desinfectar los ojos o heridas, una de las causas de su sustracción.

En la Ciudad de México aún se pueden identificar varios sitios con su presencia, en algunos de ellos con más población que otros, pero en general apenas manchones a punto de extinguirse, como en barrancas que, en las alcaldías de Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo, Milpa Alta y Tlalpan; en esta última, en algunas zonas del Ajusco en los límites con el Estado de México, la Echeveria era muy abundante.

En el Valle de México la situación no cambia mucho, hay escasos fragmentos de poblaciones de crasuláceas en zonas como Amecameca, en los límites de la Ciudad de México y Morelos, y en el Cerro de la Estrella. “No hay necesidad de saquearlas si hay lugares donde se venden y han sido cultivadas correctamente. Se cuenta con casi 30 productores dedicados a su propagación”, especificó el biólogo Jerónimo Reyes.

Otras de las acciones que se han identificado en su perjuicio, además de la extracción de hábitat por coleccionistas furtivos o para oferta en el mercado informal, son la agricultura, la ganadería, la tala y la construcción de vías de comunicación, destrucción de hábitats y sobre colecta en épocas navideñas, lo que ha mermado su población al grado de situarlas en riesgo de extinción.