LAS LUCHAS FEMINISTAS EN LA APERTURA DE ESPACIOS POLÍTICOS
• Séptima sesión del Seminario Movimientos Sociales que en esta ocasión tuvo como invitadas a las expertas Griselda Gutiérrez Castañeda, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y a Ana Lau Jaiven, profesora investigadora de la UAM-Xochimilco
Con un recuento de las reivindicaciones femeninas, en especial las luchas que permitieron la apertura a espacios políticos, se realizó la nueva sesión del Seminario Movimientos Sociales Ciudad de México, Siglos XX y XXI, que organiza la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI).
Con el tema “Convención nacional de mujeres por la democracia”, en esta jornada participaron las doctoras Griselda Gutiérrez Castañeda, de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL) de la UNAM, y Ana Lau Jaiven, profesora investigadora de la UAM-Xochimilco.
Previo a las exposiciones de ambas, la moderadora del conversatorio, la doctora Ofelia Angulo Guerrero, subsecretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación de la SECTEI, explicó que el tema propicia la reflexión y el análisis exhaustivo en torno a la relevancia de la mujer en la construcción de un país igualitario.
En 1848 se celebró en Nueva York la primera convención sobre los derechos de la mujer, rememoró, y fue hasta 1932 cuando se organizaron en México las ligas femeniles campesinas y los centros revolucionarios que lucharon por los derechos de las trabajadoras.
“Durante el siglo XX y la primera parte del XXI, las mujeres nos hemos organizado en convenciones, congresos y encuentros para exigir los derechos que, sistemáticamente, nos han otorgado en forma muy paulatina”, expresó la funcionaria.
En su charla “Feminismo y Democracia”, la doctora Gutiérrez Castañeda dijo que la democracia y el feminismo tienen su propia historia. Para el primer concepto hay principios que en abstracto la han definido: la igualdad que va de la mano, entre otros, con la justicia y el pluralismo.
Para el feminismo, una corriente de acción y de pensamiento, se trata de un movimiento que considera, en primer término, a la protesta para pasar a la propuesta. Por ello, su impulso es cuestionar, rechazar y denunciar las formas que ejercen desconocimiento, devaluación, discriminación, exclusión y sometimiento de las mujeres.
Entonces, añadió, la democracia, bajo la presión de los grupos excluidos, ha tenido que ir saldando esas deudas empujada por los movimientos sociales, entre ellos, el feminismo.
La investigadora indicó que algunos autores consideran que las normas, reglas y procedimientos son fórmulas vacías “si no se asume que la democracia es, de manera principal, la democracia social”, lo cual implica una igualdad material y sustancial.
La experiencia política de las mujeres fue medida por el aparato político, a cuentagotas: una diputación, dos senadurías, un primer nombramiento en la Suprema Corte de Justicia, una primera secretaría de Estado y una primera gubernatura.
Fueron cargos públicos que se dieron con diez años de por medio en cada caso, acompañados de un sistemático escamoteo para consolidar una agenda de estos derechos civiles, indicó la especialista.
En particular se refirió a 1968, del que expuso fue un momento de manifestación de los grandes lastres de la cultura patriarcal. Las y los jóvenes irrumpieron en la escena pública y se posicionaron como interlocutores de un régimen monolítico que fue ciego, sordo e inequívocamente represor.
Para la especialista fueron sucesos detonadores de la incursión feminista mexicana que se vio acompañada de eventos como la Primera Conferencia Mundial de la Mujer y la proclamación del Año internacional de la Mujer en 1975, a la que grupos femeniles respondieron con un contra congreso para evidenciar su repudio a la simulación del régimen echeverrista de entonces.
También, añadió, experiencias como los sismos del 1985, el clima de efervescencia preelectoral de 1988 y el gran conflicto político postelectoral contribuyeron a propiciar iniciativas civilistas, a valorar la importancia de afirmar la ciudadanía y la impostergable necesidad de incorporar la agenda feminista al debate y a la plataforma política de los partidos.
En su intervención, la doctora Ana Lau Jaiven destacó que en los 80 y 90 se registraron cambios relevantes que fueron campos de acción política y social de algunas mujeres de la sociedad civil, así como de varias feministas, quienes llevaron a cabo una política que enfrentó múltiples irregularidades que trastocaron al partido hegemónico de entonces: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Al mismo tiempo, continuó, hubo una crisis de representatividad y de legitimidad al interior de las diversas fuerzas políticas que llevarían a cambios en el espectro gubernamental.
Doctora en Historia por la Universidad Iberoamericana (Ibero), Jaiven recalcó que la Convención de Mujeres por la Democracia de marzo de 1991 se constituyó como una fuerza autónoma que comprendía tres grandes rubros en la agenda: la parte política, la social y la cultural.
La finalidad de ese encuentro consistió en aumentar la participación ciudadana en los procesos electorales, alentar el empadronamiento, aprender la revisión del padrón electoral y la capacitación para supervisar el proceso electoral. También tuvo la intención de presentar candidatas a los partidos políticos para incrementar el número de mujeres en las cámaras legislativas.
Galardonada con el Premio “Clementina Díaz y de Ovando” por el Instituto de Estudios de las Revoluciones de México (INERM), la experta detalló que la Convención propició la apertura de más espacios políticos.
También, concluyó, mostró la necesidad de contar con un proyecto a largo plazo que no se concentrara solo en lo electoral, sino también en la agenda política y social para resolver demandas femeninas.