JARDINES DE COLIBRÍES EN EL IEMS, HERRAMIENTA CON FINES EDUCATIVOS Y TERAPEÚTICOS

Publicado el 14 Noviembre 2019
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• En la actualidad, el proyecto se desarrolla en los planteles Iztapalapa-4; Tlalpan 1 “Francisco Mújica”; en Iztacalco “Felipe Carrillo Puerto”; en Xochimilco “Bernardino de Sahagún”, y están por arrancar en Álvaro Obregón 1, Topilejo y Milpa Alta.

En 2016, el Instituto de Educación Media Superior (IEMS), Plantel Iztapalapa-4, inició el proyecto Jardín de Colibríes, que al cabo de tres años se ha consolidado como una exitosa actividad de conservación de esta ave en un ambiente urbano, convirtiéndolo no sólo en un modelo a seguir en otros planteles de este sistema de educación en la capital, sino también en una afortunada opción didáctica interdisciplinaria y en una herramienta con potencial terapéutico para la comunidad estudiantil.

La idea en México de los jardines para colibríes comenzó como una propuesta de la doctora María del Coro Arizmendi, investigadora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala-UNAM, donde arrancó esta iniciativa, la cual busca ofrecer un lugar acondicionado para colibríes y otros polinizadores que habitan las zonas urbanas y que deben tener opciones de alimento brindando, a su vez, servicios ecológicos como la reproducción sexual de las plantas y la recuperación del hábitat que se ha alterado en los procesos de urbanización.

Arizmendi, autora de Los colibríes de México y Norteamérica, su más reciente libro, y quien ha estudiado a estas aves y su interacción con las plantas, refirió que el Jardín de Colibríes surgió de la Iniciativa Norteamericana para la Conservación de los Polinizadores (NAPPC, por sus siglas en inglés), como parte de las actividades de protección al ambiente consideradas en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, y una de las acciones de dicha iniciativa fue la habilitación de jardines en la zonas urbanas para todos los polinizadores.

“Esto comenzó en Estados Unidos, siguió Canadá y luego México: sembrar plantas útiles para los polinizadores: abejas, mariposas, colibríes y murciélagos y tratar de hacer corredores en donde se retiró y destruyó todo para que no desaparezcan. El primero que se hizo fue en la Casa Blanca. Michelle Obama, emprendió el proyecto y después se pensó en cómo adaptarlo en los otros dos países”, dijo.

Fue así como la doctora Coro diseñó y montó en 2013 un jardín en su sede de trabajo con la participación de sus alumnos en el proyecto. Esta idea se materializó por segunda vez en el IEMS Plantel Iztapalapa-4, por iniciativa de una ex alumna de Arizmendi, la maestra en ciencias Blanca Claudia Prado Herrera, quien da clases en la institución y que en colaboración con las profesoras Olga Rodríguez Aguirre, de artes plásticas, y María Luisa Villa Aldana, de Química, diseñaron la jardinera. Se realizó con la colaboración de los estudiantes que reciclaron algunos materiales de la infraestructura anterior de la escuela. Hoy en día el jardín de la FES-Iztacala cuenta con 238 plantas de 21 especies, mientras que en el IEMS Plantel Iztapalapa 4, hay diferentes tipos de plantas de al menos 25 especies.

En la actualidad, el proyecto se ha extendido a algunos planteles de los IEMS, en el Plantel Tlalpan 1 “Francisco Mújica”; en Iztacalco “Felipe Carrillo Puerto”; en Xochimilco “Bernardino de Sahagún” y están en ciernes tres más, Álvaro Obregón 1, Topilejo y Milpa Alta.

“Además ofrece utilidades educativas, ecológicas y terapéuticas. Por eso el objetivo es que esta actividad se replique en todos los planteles del IEMS” y, para ello, se cuenta con el apoyo de la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, manifestó Arizmendi. Sin embargo, a nivel de ciudad, ya se tienen registrados alrededor de 200 jardines que las personas han diseñado siguiendo ciertos lineamientos para atraer a estas aves. Sobre los colibríes sabemos…

Que se encuentran entre las aves más pequeñas del mundo y son nativas del continente americano; es decir, solo habitan en esta parte del planeta. Se tienen identificadas unas 350 especies, de la cuales 58 se encuentran en México y 20 de éstas en la Ciudad de México, aunque hay varias más que se han registrado una vez en un año y no se vuelven presentar.

Sin embargo, en los jardines urbanos se registran únicamente dos especies que son las más comunes en la ciudad: Amazilia beryllina (colibrí berilo) y Cynanthus latirostris (colibrí pico ancho). En el Jardín Botánico de Ciudad Universitaria se registran entre ocho y 10 especies debido a que el lugar está dentro de una reserva ecológica protegida con condiciones que lo hacen diferente.

Estas aves conforman una familia muy fácil de identificar porque todas las especies son muy parecidas entre sí; el largo de sus alas les permite volar muy rápido. Se conoce que el promedio de su aleteo es de 80 veces por segundo, lo que les facilita volar hacia atrás o de lado, incluso permanecer estáticos en el aire. Otra de las características fisiológicas es que durante el vuelo su corazón llega a latir dos mil veces por minuto.

El pico, regularmente negro, es largo y curvado para llegar al nectario que se halla regularmente en la base de las flores. La lengua de forma tubular también es muy larga, el doble del pico, la cual se inserta en la parte superior de la cabeza y baja a la mandíbula. Al momento de alimentarse saca la lengua y succiona el néctar, si el pico llegara a ser corto no es impedimento para que la larga lengua alcance la profundidad de las flores. Se alimentan (de néctar e insectos) cada 10 minutos en promedio para recuperar el gasto de energía. Por sus patas tan pequeñas (pareciera que no tienen) se les ha clasificado dentro del orden de los apodiformes “sin pies”, y las usan para agarrase de las ramas.

El más pequeño mide entre cinco y seis centímetros y pesa entre dos y tres gramos, mientras que el más grande entre 20 y 25. Para monitorearlos, María del Coro Arizmendi comentó que hay varias formas, pero la que ella utiliza por su costo accesible es colocarles un anillo para con esta herramienta, que usa desde hace ocho años, pueda recolectar información. “Tenemos el dato de haber capturado un individuo cuando era polluelo y lo capturamos después de cinco años. La vida promedio es de entre nueve y 10 años”.

Aunque hay especies que pasan su existencia en un solo lugar, como los que habitan solo en 50 km2 en la Sierra de Atoyac, en Guerrero, hay otros que se reproducen en Estados Unidos y Canadá y migran a México para pasar el invierno luego de entre cuatro mil 500 y cinco mil kilómetros de recorrido.

Se sabe que para el proceso de reproducción las hembras hacen nidos del tamaño de una tacita que tejen con restos de plantas, ramas, plumas y colectan la pegajosa tela de araña para darles firmeza y solidez. Los nidos los decoran por fuera con restos de plantas para camuflarlos y, por ello, es difícil identificarlos.

Ponen dos huevos blancos de entre cinco y 10 milímetros de largo. La hembra se responsabiliza de todo el proceso: cuida del nido, de los pollos y provee el alimento. Los colibríes no mantienen pareja, solo se unen por una vez para la reproducción, después el macho se va. La hembra en ocasiones saca dos nidadas al año de dos pollitos cada una. La importancia ecológica del colibrí en un ecosistema

Es muy importante por ser uno de los polinizadores de plantas, las cuales requieren de un transportador de polen para llevar a cabo la reproducción sexual, porque la flor produce néctar para atraer al animal, que al entrar con su pico, se impregna la parte superior de su cabeza del polen y lo lleva a otra flor.

“Estas aves son responsables de la reproducción sexual de muchas especies de plantas, incluso los polinizadores lo son de la reproducción del 90 por ciento de plantas con flor (angioespermas) que requieren de un polinizador, y si hablamos de cultivos lo son de alrededor del 80 por ciento de las plantas que producen frutos y semillas y que es lo que generalmente consumimos los humanos. Salvo algunas verduras, se necesitan de los polinizadores, pues son muy importantes desde el punto de vista ecológico pero también lo son para el humano”, explicó la especialista.

Los procesos de urbanización sin duda han afectado a estas comunidades, pero otras prácticas que impactan a estas aves son el uso de pesticidas en los cultivos para combatir a insectos y plagas. Su uso para hacer amuletos o “amarres”, es una actividad ilegal porque estos seres vivos tienen restricciones para el comercio, lo que es una fuerte amenaza para ellos, destacó Arizmendi.

Otro factor es la deforestación, pues alrededor de las 350 especies de colibríes que hay en el continente americano, 13 habitan exclusivamente en territorio mexicano y son nuestra absoluta responsabilidad, como la coqueta de Atoyac (Lophornis brachylophus), en la Sierra de Atoyac, que únicamente vive en una pequeña extensión de esas serranías, si algo le llegara a pasar a ese bosque, que no es un área natural protegida, se extinguiría.

La especialista advirtió que tampoco es recomendable disponer de jardines de colibríes en toda la ciudad debido a que no se tendría un control absoluto de lo que ahí se planta, porque existe la posibilidad de que se lleguen a sembrar plantas exóticas que pueden no solo ser dañinas para los colibríes, sino también para los humanos.

“En las ciudades sí se pueden usar bebederos porque ya se sustituyó lo natural por el cemento, pero en los alrededores, como en la zona del Ajusco u otros bosques, no sería conveniente porque se estaría distrayendo al colibrí de su labor y aportación en la naturaleza, que es la de visitar las plantas con flor”, abundó.

Un bebedero más o menos grande equivale a dos mil 500 flores. Si estos bebederos se ponen en donde naturalmente hay plantas que requieren reproducirse lo que se hace es ir en sentido contrario.

“Tenemos investigación publicada en la que se señala que en donde se colocan bebederos las plantas reciben menos visitas de polinizadores y se producen menos semillas, eso hay que evitarlo a toda costa”, recomendó la investigadora de la FES Iztacala. Es también aconsejable tener plantas nativas, a los colibríes les gustan la salvia, la lavanda y el aretillo, que son las mejores porque están adaptadas a la ciudad, a diferencia de las exóticas. Lo que también se sugiere es poner fuentes con poca profundidad para que los colibríes y otros polinizadores beban y se limpien.

Primer Carrera Colibrí

Para apoyar la preservación del también llamado chupamirto, chuparrosa, zunzuncito, el próximo 30 de noviembre se llevará a cabo en Ciudad Universitaria la “Primer Carrera Colibrí” de 5 km para reunir fondos y continuar con la creación de más jardines en los IEMS. “Mis alumnos de licenciatura, maestría y doctorado están involucrados en el proyecto y colaborando en diferentes fases. En la cabeza de los estudiantes tenemos la semilla del éxito y son los que pueden llevar la voz a otros lados”, sostuvo María del Coro Arizmendi.

Colibrí-Terapia

Pero el Jardín Colibríes en el IEMS Plantel Iztapalapa-4 se ha convertido no sólo en una zona verde para aprender sobre biodiversidad, conservación y etología. A su alrededor inició una nueva actividad: La Colibrí-Terapia, como resultado de la aceptación que ha tenido entre la comunidad estudiantil.

El doctor en psicología Arturo Ortiz Castro, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría Dr. Ramón de la Fuente Muñiz, refirió que uno de los problemas de salud mental que tienen los adolescentes hoy en día es la depresión. Los psicólogos reconocen a esta enfermedad como el mal de nuestros tiempos.

“Alrededor del 80 por ciento de las personas que viven en cualquier gran ciudad tiene depresión, el cerebro tiene un sistema por el que normaliza los sentimientos, y el resultado es que con el tiempo dejan de sentir, pero una cosa es no darse cuenta y otra no tenerlo. Por ejemplo, el proceso de digestión no se siente pero ocurre. En la mente humana hay una serie de eventos emocionales que no se nos enseña a observar, pero pasan, y se aprecian sólo sus consecuencias cuando ya pasó el tiempo. El cobijo al alma es el verdadero cobijo que los humanos necesitamos…”, apuntó el especialista.

La psiconeuroinmunología estudia la interfaz entre los sistemas inmune, endocrino y nervioso. En sus inicios, la raza humana, explicó Ortiz Castro, vivía rodeada de la naturaleza y eso quedó grabado en la mente. Precisó que no se trata de una memoria genética en el sentido estricto sino de un aprendizaje social que se ha trasmitido. Como resultado la mente humana está mucho más estable emocionalmente cuando está en un hábitat natural.

Dentro de este desarrollo, continuó el investigador, la mente humana de niños y adolescentes es más vulnerable porque su estructura psíquica está en proceso de conformación, entonces “si a estos jóvenes se les provee de un cobijo emocional, una cobija natural, les ayudaremos a que sean personas mucho más sensibles, tranquilos, ecuánimes y esto repercutirá en el incremento de su rendimiento escolar, en el decremento del bullyng, de la depresión, la ansiedad e igualmente disminuye el riesgo del uso de alcohol y drogas, porque al alma llega la verdadera nutrición que desde su origen está diseñada a recibir”.

Por tanto, cuando se está en un escenario natural como el Jardín de Colibríes, el tono emocional tiende al alza. “El jardín, el colibrí son el mejor pretexto para llegar al alma de nuestros jóvenes y fortalecerla.”

Uno de los primeros aspectos que se busca con la Colibrí-Terapia, es cubrir una primera etapa a través de los docentes, para que luego lo enseñen a sus estudiantes, aprender técnicas de respiración, una alternativa natural para modificar los tonos emocionales. Y si este aprendizaje se hace en convivencia y trato con otros organismos vivos, aves y plantas, será mucho más fácil y profundo. “El jardín es una propuesta de antídoto natural para la depresión”. De hecho, la gran mayoría de plantas que polinizan estas aves son medicinales y muchas de ellas aromáticas, lo que causa una sensación de paz.

Después de conocer el Jardín de “advertimos su potencial terapéutico tanto para los docentes como para los alumnos. Estamos transfiriendo conocimiento de 40 años de investigación del Instituto con poblaciones marginales y ahora lo estamos haciendo como un traje a la medida con estudiantes de IEMS”.

Con la Colibrí-Terapia se busca fortalecer la estructura psicológica de los estudiantes para que sean más resilientes a la ansiedad, depresión, agresividad, al uso de alcohol, drogas y embarazos no deseados, que son hoy los grandes problemas en este grupo poblacional.

La estrategia consiste en que el alumno aprenda a respirar y en el proceso empezará a auto observarse y a observar lo que está fuera de él; un tercer ingrediente es enseñarles a dar gracias a lo que ellos quieran, lo que les dará paz y ello no tiene paralelo, y cultivando esta práctica día al día “el estudiante llegará a la universidad bien armado emocionalmente, con una claridad en su mundo interior y con protección para otras cosas”.

Blanca Prado comentó, por su parte, que si se logran los objetivos de la Colibrí Terapia se tendrá como resultado un estudiante capaz de reconocerse como una persona satisfecha, plena como ser humano y con mejores condiciones para atender sus asignaturas escolares.

En el Jardín Colibrí se tienen consideradas varias áreas a atender, como son: la conservación del ave (obtención de datos sobre las poblaciones de colibríes), proyecto que encabeza la doctora María del Coro Arizmendi y coordina Prado Herrera en los IEMS; la utilización del jardín (herramienta didáctica y terapéutica) como modelo in situ para atender una problemática ambiental, área en la que el estudiantado tendrá la posibilidad de aplicar sus conocimientos, que pueden ser desde las artes plásticas, diseño, reciclaje, colores, química, preparación de néctar con diferentes concentraciones, clasificación de flores, etología y potencialmente áreas de creación de lazos armónicos entre la comunidad como parte terapéutica recién descubierta.

“Sin duda, un pedazo verde les motiva. En este IEMS he atendido a generaciones desde 2016, todos pasan por el jardín no solo por asuntos académicos, lo han tomado también como área de contemplación, reciben guías para que puedan identificar aves u otros organismos a partir de las flores más visitadas, las que más se pueden propagar en la ciudad y son susceptibles de proponerse para los jardines.

“El que los estudiantes estén conectando con los estudiantes está generando más y diferentes herramientas de las inicialmente consideradas. Este proyecto ha sido un continuo descubrimiento con potencial insospechado”, resaltó Blanca Prado.

En el Jardín de Colibríes de IEMS Plantel Iztapalapa-4 participan, además de María del Coro Arizmendi, Arturo Ortiz, Blanca Prado, Olga Rodríguez y María Luisa Villa, las estudiantes de Biología Gabriela Almeida y Sergio Rodríguez, de la UNAM y UAM Xochimilco, respectivamente, quienes monitorean las jardineras y ofrecen talleres a los estudiantes del IEMS como parte de su formación académica.

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