“EN LOS ÚLTIMOS TRES LUSTROS LOS PRECIOS DE LA VIVIENDA SE HAN ELEVADO 235 POR CIENTO”
• Nueva sesión del Seminario Movimientos Sociales de la Ciudad de México Siglos XX y XXI, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI)
En una nueva jornada del Seminario Movimientos Sociales de la Ciudad de México Siglos XX y XXI, el doctor Jesús Morales Guzmán, profesor de la UNAM y la UAM, hizo un repaso del movimiento inquilinario en los últimos cien años y destacó la influencia que hoy tiene en las movilizaciones y conformación de los espacios urbanos.
Morales Guzmán compartió el espíritu del Seminario, que consiste en lograr que la reflexión sobre el pasado nos interpele y permita aceptar la injerencia que tiene en el presente.
En su ponencia titulada “El movimiento inquilinario en la Ciudad de México”, expuso que la frase “No pago renta, estoy en huelga” fue una leyenda que se observó hace tiempo en miles de viviendas en México.
“El cobro desmedido de renta y el deterioro de los inmuebles sintetizó un movimiento que, si bien se originó en Veracruz, rápidamente se extendió por las principales ciudades del país”, recordó.
El doctor en Investigación en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales enumeró algunas de las causas del movimiento inquilinario histórico: crecimiento urbano, producto del desarrollo industrial de la época porfirista; exposición de ideas y luchas latinoamericanas; raíces sindicalistas, anarquistas y comunistas; centralidad de demandas; y regulación de alquileres y dotación de terrenos.
La huelga inquilinaria de 1922 fue un episodio muy relevante, pero al mismo tiempo sumamente olvidado, dijo en el encuentro moderado por Gabriela Guevara Fuentes, directora de Innovación del Instituto de Educación Media Superior.
Morales Guzmán, docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y de la Universidad Iberoamericana, reveló que estos movimientos permitieron la visibilidad de los habitantes de la ciudad, quienes se constituyeron en protagonistas de nuevos escenarios políticos y económicos.
El actual profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad Autonóma Metropolitana (UAM) Unidad Azcapotzalco advirtió que ese histórico movimiento fue inédito y permitió que las masas salieran a las calles a plantear sus reivindicaciones, involucrando al gobierno en el problema del incremento de rentas y la escasez de viviendas.
Explicó que esos reclamos fueron parcialmente cumplidos. “Algunos gobiernos legislaron en torno al inquilinato y otros cedieron terrenos para el establecimiento de colonias populares, ambos considerados como logros”.
Con líneas de investigación en Gestión Urbana, Políticas Públicas y Sociedad Civil, argumentó que el legado de esas movilizaciones se reflejó en el desarrollo del movimiento urbano popular.
Morales Guzmán citó al profesor-investigador Pedro Moctezuma, quien ha hecho una reconstrucción del movimiento urbano popular y propuesto una periodización, en la que se distingue una etapa, de 1968 a 1972, años en los que el movimiento tuvo un ascenso en medio de una crisis urbana y una pérdida de legitimación del Estado.
Una siguiente etapa fue de 1973 a 1976, momentos de expansión de las manchas urbanas a lo largo del territorio nacional y de la consolidación de las colonias. Aparecieron las asambleas y las nuevas formas de representación y participación.
El sociólogo indicó que luego se registró un periodo de desencuentro, endurecimiento estatal y de franca represión contra los movimientos. Desde 1976, dijo, iniciaron los desalojos masivos y se prohibieron las invasiones en terrenos urbanos, elementos que coadyuvaron a un retroceso en la agenda de la seguridad social.
Después surgió un nuevo modelo económico relacionado con la expansión de los capitales y la apertura a las inversiones externas, fenómeno que se profundizó en las ciudades. Con ello, aumentó la precarización de las condiciones de vida, es decir, al interior de las ciudades-capitales avanzaron los proyectos urbanos que tomaron las mejores zonas y cambiaron los usos de suelo en perjuicio de las clases populares.
Además, se abrió paso a proyectos urbanos orientados al aprovechamiento turístico; se transformaron los centros históricos con los mismos fines y lo popular se fue desvaneciendo.
“Los grandes capitales lograron dominar la producción de la vivienda con apoyo de las instituciones estatales, lo que provocó expulsión y desplazamiento de los sectores populares a las periferias con limitación al acceso a la vivienda”.
Adicionalmente, se consolidaron actores hegemónicos en la producción del espacio urbano, circunstancia que desplazó la lucha inquilinaria.
Si se trasladan algunos efectos de esos movimientos a la actualidad, de acuerdo con datos de otros especialistas, apuntó el investigador, se puede establecer que los precios de la vivienda en la ZMVM han subido 235 por ciento entre 2005 y 2022, mientras que el salario ha disminuido 43 por ciento en el mismo periodo.
En la actualidad, consideró el doctor Jesús Morales, también es importante tomar en cuenta los efectos de la pandemia y la falta de regulación de este mercado, porque, por ejemplo, en 2018 el decil más pobre de la Ciudad de México dedicó 42 por ciento de sus ingresos al pago del alquiler, en tanto que en 2020 el indicador se elevó a 51 por ciento.
También, refirió que hoy uno de los obstáculos fundamentales para la organización independiente y democrática es el clientelismo, constituido como instrumento de control de las prácticas urbanas.
Ante ello, adujo que la promoción de las prácticas autogestivas y populares responden a una tradición, pero también a innovaciones específicas y puntuales, por ejemplo, las faenas comunitarias que permitieron zanjar y construir calles, consultorios médicos, viviendas, incluso programas de ayuda mutua, que han permitido reconstruir el propio tejido y solidaridad social, lo que indica, sostuvo, que se ha pasado de la lucha de la confrontación a la lucha propositiva.