EL TRÁNSITO ARQUITÉCTONICO DE LA CIUDAD A LO LARGO DE LOS SIGLOS

Publicado el 06 Octubre 2021
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• Nueva sesión del Seminario México-Tenochtitlan. Siete Siglos de Historia, auspiciado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación. (SECTEI). El esplendor arquitectónico de la ciudad y las vicisitudes respectivas que sufrió en el tránsito de siglos fue el tema del Seminario México-Tenochtitlan. Siete Siglos de Historia, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación. (SECTEI). “La traza de la Ciudad”, fue el tema en esta sesión del conversatorio en el que participaron el doctor Felipe Leal, de El Colegio Nacional; el doctor Tomás Pérez, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), y el arquitecto Honorato Carrasco, del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México. Tras darles la bienvenida, la doctora Alma Herrera Márquez, directora del Instituto de Estudios Superiores Rosario Castellanos, destacó la pertinencia del tema para analizar a la ciudad desde el enfoque de territorio, identidad y de otros aspectos que hacen la síntesis de los últimos siete siglos. Pérez Vejo, doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y profesor-investigador de la Escuela Nacional de Geografía e Historia (ENAH), habló de las ciudades centurias pasadas desde un enfoque de cómo vivieron las sociedades de entonces. Una ciudad se entendía en el siglo XVI, dijo Pérez Vejo citando a Sebastián de Covarrubias en su definición, como una organización política y solo de forma secundaria, y algunas veces, como una estructura arquitectónica urbanística. Sin embargo, admitió que uno de los errores que han cometido los historiadores sobre la América española, incluido él, es entender la fundación de ciudades como una forma de república. Por ello, se podrían fundar ciudades ya existentes, aunque lo que se hacía era fundar repúblicas y no construir ciudades con infraestructura arquitectónica o urbanística.

La monarquía, como confederación de repúblicas urbanas con derecho a la autonomía, entendido como derecho natural y no como condición del monarca, nunca fue cuestionada a lo largo de los tres siglos virreinales. Las repúblicas, en la tradición jurídica castellana, influían también en el amplio territorio sobre el cual la capital ejercía su jurisdicción, decenas de lugares, pueblos y villas dependientes de ella. Si se habla de la Ciudad de México en el siglo XVIII, no se habla de ella como el casco histórico, sino del amplio espacio, de pueblos y villas. El lugar de esta urbe en esta confederación de repúblicas urbanas fue importante desde el mismo momento de su fundación, pero fue central en el siglo XVIII.

La pérdida por la monarquía de sus reinos europeos, salvo la Península Ibérica y las Islas Baleares, aumentó el peso de las ciudades trasatlánticas, en un imperio mucho más americano de lo que había sido hasta ese momento y de los que ninguno de los europeos llegaría a ser jamás, externó el investigador del ENAH. En el siglo XVII el virreinato de la Nueva España desplazó al del Perú como centro de los territorios americanos de la monarquía. Es así que esta ciudad, cabeza del reino de la Nueva España y lugar de encuentro de los flujos económicos del Atlántico y del Pacífico, Europa y Asia, jugó un papel central en el proceso de reacomodación geopolítica y afianzó su condición de capital americana de la monarquía, una auténtica metrópoli imperial.

El esplendor de entonces se puede apreciar hoy en el centro histórico, en su momento uno de los conjuntos de palacios, iglesias y conventos más espectaculares de la monarquía. No había una ciudad equivalente ni en Europa ni en América, sostuvo. Honorato Carrasco Mahr, arquitecto por la UNAM y actual presidente del Colegio de Arquitectos, centró su exposición a partir de una diferenciación de lo que es la urbe física y la ciudad y sus habitantes. En particular, se refirió al devenir político y económico, en términos de la ocupación del territorio y de las condiciones de segregación y, sobre todo, si la traza influye en esos factores. Carrasco Mahr manifestó que las trazas reticulares, combinadas y mixtas tienen que ver con cuestiones topográficas, hidrográficas, económicas, de aspectos defensivos, sobre todo en los tiempos de las fundaciones de las ciudades. Los frentes urbanos han desempeñado un papel fundamental.

“Por ejemplo, el de Palacio Nacional ve al poniente, y el de Catedral al sur, dejando dos patios traseros: hacia el oriente y hacia el norte, determinado la estructura geográfica citadina”. El crecimiento de la ciudad, dijo, fue una onda expansiva que explica cómo estamos organizados, abriendo una perspectiva de análisis muy profunda. Lo físico se encuentra con lo social y lo cívico, elementos que constituyen a las urbes y a las ciudades. “Se trata de una historia transgeneracional y a cada uno nos tocará aportar con una revisión detallada de la historia”.

El arquitecto Felipe Leal Fernández, de El Colegio de México (COLMEX), señaló que esta ciudad nació y estructuró su traza en torno a una plaza central, a un espacio abierto al sur, inmediato a lo que fue el antiguo centro ceremonial. Ese diseño obedece a la antigua ciudad mexica, al Templo Mayor, y a partir de ahí, hacia el sur, algo que aún hoy nos rige. Ex director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Leal Fernández precisó que este espacio nació como una metrópoli. “Es una ciudad de ciudades, un conjunto que fue integrándose con nuevas redes, elementos, y estructuras geográficas, espaciales, sociales y culturales”.
Profesor invitado de las principales universidades de América Latina, Norteamérica y Europa, explicó que la capital podría diferenciarse con tres trazas predominantes: una regular, en zonas centrales donde el terreno es predominantemente plano; una irregular, en la periferia, y en zonas con distintas elevaciones; y una mixta, resultado de un crecimiento descontrolado. Existe un elemento común a la conformación de los barrios: la estructura urbana de colonias. “Nos vamos a encontrar, genéricamente, con este fenómeno: un parque central, una plaza, un mercado y una escuela, elementos que se fueron equipando durante el siglo XX”. Este esquema es el origen de la cultura de barrio de la Ciudad de México. Hoy la capital se reconoce fundamentalmente por dos ejes principales: el Paseo de la Reforma y la Avenida Insurgentes.