INVESTIGACIÓN SOCIAL APLICADA, FÓRMULA DE PROPONER ALTERNATIVAS PARA ERRADICAR LA VIOLENCIA EN LA CIUDAD

Publicado el 17 Noviembre 2021
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•El grupo de trabajo “Pobreza, Desigualdad y Políticas de Inclusión Social” de la Red ECOs de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, realizó un nuevo foro en el que tema fue la violencia y los jóvenes

Los principales factores sociales que propician la violencia entre la juventud en esta ciudad y una serie de propuestas para erradicarla fueron parte sustantiva de la conferencia que al respecto realizó el grupo de trabajo de la Red ECOs que coordina la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI). En palabras de bienvenida al encuentro titulado “Juventud y violencia en la Ciudad de México: investigación social aplicada”, la doctora María Isabel Vázquez Padilla, directora de Evaluación y Planeación Estratégica de la SECTEI, señaló que estos espacios permiten abordar temáticas relevantes para la ciudad, en donde un número significativo de su población son jóvenes, a quienes nos interesa, dijo, atender, darles y asegurarles los derechos a los que deben tener acceso. En su ponencia, el doctor Héctor Castillo Berthier, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM externó que el trabajo presentado, realizado hace años y que está en proceso de actualización, se encuentra basado en investigación social aplicada. En 1987, recordó, la ciudad estaba saturada por la difusión en medios de comunicación en torno a la violencia juvenil. El primer objeto de su trabajo consistió en descubrir la manera de valorar a los jóvenes identificados como bandas o pandillas juveniles, y conocer si existía algún elemento para frenar la violencia.

“En términos conceptuales buscamos la forma de reintegrarlos a una sociedad que los veía como adversarios, elemento que constituyó el planteamiento central de mi proyecto entonces”. El también coordinador de la Unidad de Estudios sobre la Juventud (UNESJUV) de la UNAM, reveló que la metodología para acercarse a este grupo y estudiarlo consistió en establecer contacto con ellos, y participar de sus pláticas, proponiendo temas de discusión que propiciaran el debate. “A través de esas conversaciones sobre los padres, la escuela, la policía, la iglesia, construimos cinco hipótesis básicas”, agregó. Al respecto, mencionó que la primera tiene que ver con el aprendizaje impartido en el aula. “La escuela, que anteriormente generaba expectativas de movilidad social, muestra en los hechos, una limitada capacidad para lograr ese objetivo. Tenemos una alta deserción escolar, pero, por otro lado, los jóvenes no quieren estudiar lo se enseña en las escuelas”.

La segunda hipótesis, continuó, está relacionada con el empleo que no ofrece un amplio abanico de opciones. Por el contrario, presenta barreras, especialmente para aquellos con escasa o nula calificación manual u ocupacional. Castillo refirió que las cifras nos dicen hoy que, en México, 6.7 de cada diez empleos pertenecen al sector informal que incluye las actividades delictivas. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), Castillo Berthier apuntó que cuando aparecen las actividades delictivas, surgen grupos de crimen organizado, quienes utilizan a los jóvenes pertenecientes a bandas o pandillas. La familia, tercera hipótesis de su trabajo, se encuentra debilitada frente a la posibilidad de ofrecer un espacio de socialización primaria fuerte, capaz de orientar una de las etapas más complicadas del ser humano. “En un levantamiento de información que hicimos en las entonces llamadas delegaciones, el 37 por ciento de los hogares estaba dirigido por madres solteras. Si los jóvenes no encuentran una conexión con los miembros de su casa, se rompe una de las estructuras centrales en nuestro país, donde se aprenden los valores”, apuntó. La cuarta hipótesis está relacionada con la cultura. “Si los valores y comportamientos tradicionales de la sociedad no son inculcados en casa, los jóvenes dejan de incorporarlos en su formación”. La quinta hipótesis tiene que ver con el concepto de autoridad. “La ley y las instituciones eran simples palabras asociadas a la policía”. Treinta y seis años después de haber realizado este trabajo, resaltó, la situación se repite actualmente en toda la República, pues se trata de un fenómeno metropolitano que se expande cada vez más. Castillo Berthier reveló que, en 1987, existían mil 500 bandas en la Ciudad de México, y dos mil 300 en el área metropolitana. “Cada una tenía su líder, número de miembros, actividades, y zonas de influencia”. Para entrar en contacto con este sector utilizamos la música, apuntó. “Se me ocurrió buscar una estación de radio que trasmitiera música que ellas y ellos escucharan.

En la frecuencia modulada del 105.7, perteneciente al Instituto Mexicano de la Radio (IMER), lanzamos un programa titulado Sólo para bandas, donde invitamos a sus integrantes, y les abrimos el micrófono para que se expresaran libremente. Así supimos los nombres de las pandillas con las cuales establecimos contacto”. A partir del nombre de esos grupos surgió el del “Circo Volador”, que conformaba la nueva banda que se convirtió a la postre en un proyecto, dicha experiencia quedó plasmada en el libro “Juventud, Cultura y Política Social”, del cual se trabaja en su tercera edición para su actualización. El doctor Castillo Berthier recordó que en 1998 se inauguró el “Centro de Arte y Cultura Circo Volador”, el cual en 2004 fue reconocido como una de las mejores doce prácticas sociales del mundo por la ONU-Hábitat.

Hasta marzo de 2020, Circo Volador contaba con 45 talleres y dos mil alumnos (mil por cada semestre), como resultado de la intervención social que se hizo para que los y las jóvenes se lograran percibir como sujetos con habilidades y potencialidades y no como generadores y portadores de problemáticas, para luego llevarlos a la profesionalización y, posteriormente, al mercado laboral. Se trata de un mecanismo de empoderamiento institucional, describió el doctor Castillo, quien añadió que desde 1987 a la fecha “podemos hablar de cuatro generaciones de jóvenes, cada década cambian ellos y ellas”. Al término de la ponencia, la doctora Alicia Ziccardi, investigadora del Área de Estudios Urbanos y Regionales del IISUNAM, comentó que la investigación presentada por se realizó con el rigor metodológico que requería, dejando entrever que la juventud no solamente era una etapa más de la vida, sino un sector de la sociedad, definido en función de sus lugares de pertenencia, nivel socioeconómico, actividades y sitios de residencias.